Pintxi el Payaso

En los márgenes polvorientos de una ciudad donde nunca pasa nada —de esas donde el silencio se instala incluso antes que la noche— hay una historia que todos conocen, pero que nadie se atreve a contar en voz alta. Hablan de Pintxi el Payaso.
Nadie recuerda quién le puso ese nombre. Algunos dicen que era un artista callejero venido a menos; otros, que nunca fue humano para empezar. La verdad se disuelve en susurros y recuerdos borrosos, como si la ciudad misma se esforzara por olvidar.
Pintxi no aparece en fotos. Nunca se le ha visto en fiestas, ni en circos, ni siquiera en sueños. Pero todos, en algún momento, han sentido que los observa. En especial los niños.
Cuenta la leyenda que Pintxi aparece solo cuando hay suficiente silencio, cuando la ciudad duerme y los pensamientos más oscuros flotan sin rumbo. Se manifiesta en los rincones menos esperados: un reflejo en un charco, un globo rojo atado a una verja oxidada.
Dicen que su rostro está pintado con algo más que maquillaje: cenizas, sangre seca, y el polvo de los huesos que alguna vez rieron con él. Su sonrisa no es amplia por diseño, sino por violencia. Le abrieron la cara a cuchilladas, aseguran algunos, otros creen que él mismo lo hizo, buscando una mueca perpetua con la que burlarse del mundo.
Nadie sabe qué quiere. Solo se sabe que aparece cuando un niño se siente olvidado, solo, invisible. Y entonces, lo invita a jugar.
Pero Pintxi no juega a las escondidas. Juega a perderse. A desaparecer sin dejar rastro. Y los niños que aceptan su invitación... no vuelven jamás.
Por eso, en esa ciudad olvidada por el tiempo, aún hay madres que, al caer la noche, cierran bien las ventanas, esconden los globos y advierten en susurros:
—Si oyes una risa… no mires atrás. Y nunca, nunca hables con el payaso.
Pintxi aparece cuando cae el sol,
trae globos rojos… flotando al control.
No tienen hilo, no tienen aire,
están llenos de gritos… y sangre de nadie.

Su cara es blanca, rajada de horror,
sus ojos dos pozos sin fondo ni dios.
Ríe sin labios, camina sin paz,
y si ves sus globos… no vuelves jamás.

Cada globo rojo es un niño más,
que aceptó jugar… y ya no está.
Los lleva en alto, como un trofeo,
y si uno revienta… se abre el infierno.

Pintxi te llama, no digas que no,
sus juegos son simples: perderte y peor.
Si lo ves parado, mirándote así…
corre y no escuches… su canto por ti.

Porque si flota un globo en tu habitación,
y nadie lo trajo, ni puerta, ni son...
entonces es tarde, ya está junto a ti…
Pintxi ha venido, y no vas a salir.
by LuiSaifer (AlDesingStudiO313)